Extraido de Aeromazines.com
Vigo, 11 de julio de 2008
Cuando era pequeñita -quiero decir más pequeñita, porque, seamos serios, no es que ahora, ya perdida toda esperanza de crecimiento, mi tamaño se pueda considerar nada del otro jueves-, recuerdo una película de Disney, de dibujos animados, una de esas que llaman “clásicos”, que se titulaba “Los Rescatadores”, de la que tengo que reconocer que sólo recuerdo el nombre. Pero este único recuerdo me vino a la mente cuando conocí a dos de los especialistas en rescate de los Guardacostas de Galicia. Me sorprendió que se autodenominaran “los rescatadores” y, como soy una cotilla impenitente, se lo pregunté. Me explicaron que el nombre, en un principio, era “nadadores rescatadores”, pero como ellos lo mismo rescatan en mar, que en tierra, que en cualquier sitio donde haya qué rescatar, decidieron quitar lo de “nadadores” porque acotaba injustamente su auténtica ocupación. De ahí que ahora se conozcan como “rescatadores”.
El hangar del aeropuerto de Vigo que tienen como base estos guardacostas, no es un sitio que resulte fácil de visitar. Más bien es una especie de sancta sanctorum conocido casi exclusivamente por quienes allí trabajan. Por eso, tener la oportunidad de visitarles y “fisgarles” mientras realizan su trabajo ha sido una de las mejores cosas que he podido hacer desde que ejerzo de cotilla con boli y cámara. Ya me había comentado una antigua amiga del colegio, la rubia Elisa Puerto a la que en realidad todos llamamos Eli -Eli Puerto- y que ahora trabaja en los USA, creo que en Bell, aunque lo mismo es en Sikorsky, no estoy segura, que los helicópteros son unas máquinas impresionantes incluso paradas.
Realmente, dudo de qué fue lo que más me impresionó del rato que pasé en aquel hangar.
Al Pesca 2 le estaban haciendo una revisión rutinaria y eso, que para los que estaban por allí metiendo la nariz en sus entrañas será habitual y corriente, a esta curiosa superlativa que os lo cuenta le dejó con la boca abierta y el dedo pegado al botón de disparo de la cámara fotográfica. Hay qué ver las cosas que a mí me gustan, se lo tengo que consultar a mi psicóloga, Ana Lisis.
El Pesca 1, mientras su compi recibía atenciones de spa (masaje y relajación en versión máquina de vuelo), se fue a una misión, de carácter menor –es decir, que no se trataba de una emergencia- y nos permitió disfrutar de su elegante carreteo hasta la plataforma de salida y su igualmente elegante despegue, después de esperar la llegada y ceder el paso, como un buen chico, educado en los mejores colegios, al C-101 número 8 de la Patrulla Águila que tomaba en Vigo justo en ese momento. Coincidencia feliz para mí que no olvidaré fácilmente a mis compañeros animándome a disparar la cámara justo en el momento en que los dos aparatos se cruzaban.
Ya digo, no sé qué es lo que más impresión me causó. Difíciles de olvidar, también, los chalecos salvavidas expuestos en las paredes y que sirven de recordatorio de misiones pasadas. Significan vidas que se han rescatado. Es decir, nada que ver con aquellos “Rescatadores” animados de Disney.
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