A las 10 de la mañana la actividad en la ría de Arousa es frenética. Bateeiros cargando sus barcos y mariscadores a flote en busca de la preciada almeja salpican el mar. En sus márgenes el día a día se desarrolla en localidades como Cambados, Vilagarcía u O Grove. Pero hoy toca un visitante diferente, algo que llena de color anaranjado el monocromático ambiente del mar. Son los aprendices de salvamento del curso del Instituto Social de la Marina de Bamio que vienen a hacer su prácticas. Una atracción diferente del quehacer diario de los marineros arousanos.
J.F. - AROUSA Oficial de máquinas, capitán o marinero. Todos son iguales ante una emergencia y a la hora de organizarse para salvar la vida en un caso de naufragio, incendio o avería. Para embarcar en buques de esos que se pasan 3 y 4 meses en altamar o para trabajar en una plataforma petrolífera, a todo el mundo le parece necesario saber cómo actuar ante un caso de peligro. Pero la ley obliga a tener estos conocimientos a casi todos los marineros, y son los institutos sociales de la marina los que se encargan de impartírselos a los marinos que así lo desean.El ISM de Bamio, en Vilagarcía, no es un caso distinto, y con bastante frecuencia acoge cursos de seguridad marítima para distintas clases de buques y barcos. La teoría se imparte dentro del edificio, con normas e imágenes que pocos retienen en un primer momento, pero que luego quedan grabadas en la memoria cuando llega la hora de ponerlas en práctica, aunque sea simuladamente.Comienza la jornada temprano, aunque sin "madrugón", a las 9 de la mañana. Los 14 alumnos que durante esta semana se reúnen alrededor de sus profesores en Bamio tienen que echarse al agua. La mañana amenaza lluvia y no es que haga propiamente calor, y los alumnos van llegando a la Casa del Mar de Cambados con cara de sueño, y entre ellos se escuchan varios acentos. La mayoría son gallegos, pero hay también 3 vascos –de Bilbao– y otro que vive en Avilés, en Asturias, y sólo hay una mujer en el grupo. Ya es el cuarto día de clase así que la confianza después de tanta convivencia y en un grupo tan reducido es habitual.Mientras hablan de temas banales como la diferencia de las comidas marineras vasca y gallega –no hay quien se queje de ninguna– van siguiendo las órdenes de sus profesores, que les mandan, ante todo, ponerse el traje de supervivencia. Este aparatoso mono naranja que les hace sentirse casi como astronautas les puede salvar si llegan a caerse al mar, pues es completamente estanco y aísla del frío a la perfección. Lo único que tendrán que mejorar en caso de emergencia será el tiempo de reacción, ya que entre las charlas tardan casi una hora en cambiarse. Claro está, que en el medio de un hundimiento o de una avería grave, sólo hay espacio para "salvar el pellejo".Primero toca la parte más engorrosa del trabajo, arriar el bote de salvamento: una especie de cáscara de nuez que, con todas las escotillas y ojos de buey cerrados puede girar sobre sí mismo sin que el agua entre en su interior. Las labores se hacen pesadas por la inexperiencia y dentro de los trajes estancos hace tiempo que dejó de notarse el frío. Cuando todo está listo para la botadura, se dividen en dos grupos. Unos harán de rescatadores y se meterán en la "cáscara de nuez" –bote no rápido de salvamento–. Y a otros les toca ser rescatados, y saldrán al mar en una zodiac.Una vez se encuentran en su posición, ponen rumbo al medio de la ría. Salen del puerto cambadés y se dirigen hasta más allá de la isla de A Toxa, en las cercanías de un polígono de bateas. Entonces empieza el ritual de rescate. Uno, dos, tres... durante casi una hora se van lanzando al mar de uno en uno y se quedan boca arriba, flotando y haciendo sonar sus silbatos, a la espera de que les alcance el buque no rápido. Después toca darse la vuelta e intentar acceder a su interior por una trampilla lateral, una tarea no tan fácil como parece.El primer grupo ya está "salvado" y toca pasar a la siguiente fase del ejercicio: la vistosa pirotecnia. Lo primero es aprender a usar los cohetes de emergencia, la señal de alarma por excelencia. Este tipo de pirotecnia consiste en una potente luz roja que asciende a 300 metros de altura y que se detecta entre unas 25-30 millas de distancia. Durante 225 metros aproximadamente va descendiendo con su paracaídas pero se apaga unos 70 metros antes de llegar al mar, así que en el caso de que exista un vertido inflamable el cohete no prenderá fuego.Esta señal se suele utilizar preferentemente de noche, ya que para el día se reservan los botes de humo y las bengalas. Los primeros emiten, mediante una reacción química no tóxica, 3 minutos de humo anaranjado que sale incluso si lo lanzas al agua. Mientras que esta señal se ve hasta 5 millas de distancia, las bengalas se pueden captar hasta a 8 millas de distancia, pero sólo duran un minuto. Todo esto lo habían visto los alumnos en la teoría y, uno a uno, y bordo de un barco bateeiro reconvertido en buque escuela para lo ocasión, lo fueron poniendo en práctica.Después llegaron los momentos de colocarse el arnés y simular el rescate con helicóptero. Esta vez fue con una grúa, aunque a veces el Pesca I de la consellería se acerca y acompaña a los alumnos en sus prácticas. También practicaron al final del día cómo lanzar la balsa salvavidas que se utiliza en caso de naufragio y el rescate con parihuela –camilla– desde el agua.Después de una dura jornada de rescates lo que apetece es descansar, y los alumnos se marcharon al filo de las 2 de la tarde de vuelta para Bamio. Al día siguiente terminaba su curso de salvamento y cada uno volvería a ocupar su puesto en la sala de máquinas, en el puente o en la cubierta, aunque con alguna lección más aprendida.Para el último día dejaron el funcionamiento de los aparatos radioeléctricos, como el respondedor de radar y la radiobaliza, aparatos que aprendieron a utilizar en el propio centro del ISM de Bamio. Después, llegó el momento del test para ver si conocían todo lo necesario, pero después de lo vivido no parecía que se les fuese a olvidar. Todos se marchan con muchas cosas sabidas y sólo esperando que todas las veces que tengan que ponerse el traje estanco y coger una bengala sea en una simulación.Por el ISM de Bamio pasan cada mes decenas de marinos de la más diversa procedencia para obtener un pequeño certificado que les permita embarcarse. Pero no sólo gente experimentada pasa por el centro, si no buena parte de los que en un futuro serán marinos civiles. Los alumnos de la Facultad de Ingeniería Naval de A Coruña también tienen que hacer estas prácticas para poder sacarse sus respectivos títulos, y algunos, sobre todo los de las zonas cercanas, aprovechan las instalaciones del ministerio en Bamio para poner en práctica sus conocimientos teóricos.De contramaestres a cocineros, pasando por pilotos y oficiales, todos saben ahora como ponerse su guante de protección y agarrar con firmeza una bengala por encima de la altura del hombro. Si tienen suerte, cualquier barco que pase a menos de 8 millas a la redonda verá la señal y acudirá al rescate. Claro que eso no sucede en las prácticas, ya que tras el aviso a Salvamento Marítimo, todas las embarcaciones de la ría están advertidas.
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